martes, 10 de abril de 2012

CRÍTICA DE "UNCLE BOONMEE RECUERDA SUS VIDAS PASADAS"

Lung Boonmee raluek chat (2010)
Dirigida por: Apichatpong Weerasethakul
Música: Varios
Reparto: Thanapat Saysaimar, Jenjira Ponqpas, Sakda Kaewbuadee...

Argumento: Aquejado de una grave enfermedad, el tio Boonmee decide pasar sus últimos dias de vida, junto a sus seres queridos, en el campo. Mientras se debate entre la vida y la muerte, varios espíritus de familiares desaparecidos le visitarán, para guiarle en una especie de viaje ancestral.


                                                     VIDAS PESADAS, MUY PESADAS
                                                                      Por Alejandro Chacón Ruiz.

Para sobrevivir psicológicamente al visionado de esta coproducción
dirigida por el casi impronunciable Weerasethakul, no hace falta
tener todos los chakras abiertos, ni quitarle las legañas al aletargado
tercer ojo de Lobsang Rampa y mucho menos tener un karma en
estado de gracia.
Los requisitos son simples y muy concretos: estar sentado en la
butaca en la posición más incómoda posible y no tener en cuenta
el tiempo perdido ni la asimilación desperdiciada.

Uno de los rasgos más llamativos que el director tailandés ha plasmado
en su soliloquio presuntamente trascendental es un desapego
malencarado hacia el ritmo y los tempos cinematográficos.
La historia del Tio Boonmee está desarrollada con una anarquía narrativa
premeditada hasta la médula, orgullosa de su propia estampida hacia
un camino único, una fuga programada para invadir un solo corazón,
envolver una sola alma y enriquecer un espíritu irrepetible, perteneciente
al hacedor que mueve la cámara.

El factor más interesante del metraje se percibe en un naturalismo
rudimentario a la hora de mostrar detalles cotidianos y transformarlos
en elementos de serena poesía: la noche tiene una oscuridad pura,
primitiva, como si la vida dormitase y el universo mostrara lo que oculta
debajo de su piel. Las grutas parecen representar un epílogo vital
que ejercerá de telonero al prólogo espiritual y las cascadas son remansos
nínficos para embellecer la sexualidad.
Pero éstas sensaciones, por desgracia, pertenecen más a la percepción del
espectador que a la intención del realizador.

De hecho, Weerasethakul, otorga un tratamiento al universo espiritual que
al querer ser cercano y familiar resbala torpemente hacia lo bufonesco y paródico,
reciclando un más allá respetuoso en un más acá blando, cutre y paupérrimo.
Escenas desaprovechadas de forma indignante como ese acercamiento de
los seres queridos fallecidos al familiar agonizante (con esa esposa ectoplásmica más
hierática que el palo de una escoba o, el sonrrojante hombre-mono,más cercano
al Paul Naschy de "La noche de Walpurgis", que a un producto de la reencarnación
ancestral) o el pasaje de la inmersión en las cascadas, reducida a un amago
de hermosura fugaz, inodoro e indoloro.

Y es que no hay nada que produzca más tristeza que contemplar un desatino
interminable, que habla pero no dice nada, muestra pero no demuestra
y ciega pero no deslumbra. Ésta es la esencia del anticine.

NIVEL DE VICIO: 2

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