martes, 10 de abril de 2012

CRÍTICA DE "CISNE NEGRO"

Black Swan (2010)
Dirigida por: Darrn Aronofsky
Música: Cliff Martinez
Reparto: Natalie Portman, Vincent Cassel, Mila Kunis, Winona Ryder, Barbara Hershey...

Argumento: Nina vive por y para la danza. Forma parte del cuerpo de ballet de una compañía en Nueva York y cuando el azar le ofrece protagonizar "El lago de los cisnes", la presión, los nervios y el agotamiento la arrastrarán a un mundo pesadillesco donde la realidad se tambalea peligrosamente.
                         PASOS DE DANZA SOBRE EL FILO DE UNA NAVAJA
                                                                     Por Alejandro Chacón Ruiz.

Resulta asombroso no descifrar versos en un filme tan potencialmente poético
como el "Cisne Negro". Sin llegar a experimentar el síndrome de Stendhal, la
contemplación de éste inmenso mural viviente puede llegar a arrebatar la sensibilidad
(que no el sentido) del espectador para envolverle en su cálido manto abrupto y pesadillesco.
Más que hermosura y belleza, hay un lirismo tan desgarrador y sangrante
en el lago de Aronofski que, sin querer remediarlo, acaba anidando en el alma y la
memoria del público.
La historia tiene todo su abecedario, todos sus pulmones y hasta el último latido
en los rasgos y el talento de una Natalie Portman tan inmensa, tan poderosa, que
provoca una compasión extenuante y un atisbo de pavor que confunde e incluso hiere.

El realizador situa la cámara vertiginósamente cerca de sus personajes, creando
empatías claustrofóbicas y realidades oprimentes(otorgándonos, de paso, con
piruetas visuales tan alucinantes como esos giros de eje completos delante de un espejo),
para dibujar así el enfermizo cosmos de Nina Sayers.
No requiere Aronofski de malsanas academias en Friburgo, ni de adoradores de una
Mater Suspiriarum, tampoco ha de girar lirios azules para descubrirnos atajos a terrores
impensables...tan solo le basta y le sobra con merodear en la frágil, inestable y psicótica
mente de su bailarina principal para hacer que el miedo gire y despliege sus alas.
Y logra así hacernos testigos de la ascensión de Nina a través de los bulímicos peldaños
de su particular escalera de Jacob, calar en el bajo vientre mientras se desgarra a
arañazos el doble cuerpo para que surgan las dobles plumas, las blancas y las oscuras,
las que situan al verdugo que hay detrás del cristal frente a la víctima que hay ante él.

Toda esa relatividad grotesca, su multiplicidad reflectante, la riqueza incalculable de
sus personajes y, fundamentalmente, una capacidad de emocionar entre sobresaltos
y amedrentarnos con la triste honestidad de una mente insana, erigen esta pieza
como el más perverso, majestuoso y sensacional canto de cisne de su director.
Un canto que ha manipulado sus guiños voluntarios en acertadísimos parecidos razonables
(la relación de Nina y Erica nos arrastra a esa obsesiva unión depalmiana entre Carrie White y su
fanática madre-puntualmente en el instante en que el personaje de Barbara Hersey intenta
impedir que su hija asista a la representación...¿le pitarán los oidos a Piper Laurie?-)o licencias
autrorreferenciales(la desconcertante secuencia de la discoteca, con Nina y Lily en una vorágine
de luces y techno que recuerda a las orgias anales de Jennifer Connelly en "Requiem por un sueño")
dignos de la más encendida y larga ovación.

Una oscura, sombría, caótica y casi masoquista obra maestra que ha tomado prestados los alfileres
oculares de Argento para que nuestros ojos no se pierdan ni un segundo del espectáculo
más dolorosamente perfecto de los últimos años.

NIVEL DE VICIO: 9

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