martes, 29 de mayo de 2012

CRÍTICA DE "SÓLO UNA NOCHE"

Last night (2010)
Dirigida por: Massy Tadjedin
Música: Clint Mansell
Reparto: Sam Worthington, Keira Knightley, Guillaume Canet, Eva Mendes, Griffin Dunne...

Argumento: Un joven matrimonio debe permanecer separado durante todo un dia a causa del viaje de negocios que debe realizar el marido. Mientras él viaja con una atractiva compañera de trabajo, su esposa se reencontrará con un antiguo novio francés. Será una jornada de múltiples descubrimientos y redescubrimientos.


                          FIELES A LOS INSTINTOS, INFIELES A LOS PRINCIPIOS
                                                                      Por Alejandro Chacón Ruiz.

"Sólo una noche" es una de esas películas de silencios contemplativos, donde el espectador atrapado se convierte en confidente pasivo, como un testigo en la sombra de miradas que hablan, suspiros que gritan y divagaciones palpables, casi táctiles. Massy Tadjedin tiende en la cuerda floja de su espectáculo intimista los trapos sucios que cualquier pareja puede esconder detrás de su puertas, mentes o corazones.

Navegando entre los lánguidos acordes de Clint Mansell, los actores se desenvuelven a un nivel más que correcto, con un Sam Worthington adoptando un avatar cercano y de atractiva vulnerabilidad, una Keira Knighley bastante expresiva y muy por encima de la media habitual frente a ese Guillaume Canet arrebatador y la guapa Eva Mendes ejerciendo de un espíritu libre digno de invocar una y mil veces.

La realizadora sabe envolver cada minuto del metraje con un halo introspectivo que, curiosamente, se percibe más como logro plástico que como acierto de guión. Hay antesalas prometedoras que desembocan en situaciones no muy bien condimentadas, donde la sensualidad se reduce a un mueca sugerente y el romanticismo presuntamente exaltado acaba siendo asaltado por la rutinaria linealidad. Un desatino malencarado que contaba con una vistosa baraja de palos ganadores: la exposición de los celos como consecuencia de una culpabilidad encubierta, el amor transformado en acto de resignación y sobre todo, la relatividad del engaño, de la traición dentro del matrimonio. Tadjedin abre un debate potencial sobre los cuernos físicos y los cuernos platónicos, esa infidelidad que se anhela pero no se consuma, o esa fidelidad incombatible hacia los instintos que no merman un ápice el amor más puro.

"Sólo una noche", entre sus costuras, va hilvanando la materia prima, el bruto primitivo de toda relación humana: la simpleza del sexo frente a la compejidad del amor. O viceversa...Y entre tanto vaivén de emociones, nos sorprende el regalo interpretativo de Griffin Dunne, cuya presencia resume la jornada con una expresión a la altura de las circustancias: jó, que noche!

NIVEL DE VICIO: 6


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